Hace tiempo que asistimos a una conceptualización del fútbol en grado extremo. Recientemente, las redes se hacían eco de unas declaraciones que en poco tiempo se convertirían en virales. Un entrenador, retorcía el lenguaje de tal manera que muchos de los que nos dedicamos a esto tuvimos la impresión de estar escuchando hablar de otro deporte. No se trata de un caso aislado.

La creatividad que, por desgracia, cada vez echamos más de menos sobre el verde, parece haber conquistado los platós y las retransmisiones provocando que muchos entrenadores (especialmente aquellos de nuevo cuño) se conviertan en grandes imitadores y se suban al carro de una dialéctica adobada de términos “guays” y pretendidamente “modernos” que venden muy bien (marketing) pero que en el fondo no explican nada más allá del envoltorio… Sólo hace falta pararse a escuchar a los grandes entrenadores de nuestro tiempo: Guardiola, Klopp, Ancelotti, Simeone, por citar sólo algunos, para darse cuenta que los que realmente saben de esto no necesitan adornarse con la complejidad de las palabras para explicar el fútbol. 

Hoy quiero detenerme en uno de esos términos de moda: “La búsqueda del hombre libre”. El término hombre libre se refiere a un jugador que no está marcado por un oponente y, por lo tanto, tiene libertad para recibir un pase, moverse o participar en el juego sin restricciones inmediatas de la marca del adversario. Este jugador libre generalmente se encuentra en una posición estratégica para recibir el balón, progresar y/o crear oportunidades para su equipo.

La idea detrás de tener a un hombre libre es generar superioridad numérica en ciertas áreas del campo de juego. Si un jugador está desmarcado, puede recibir el balón sin presión y tomar decisiones tácticas más efectivas, como avanzar con el balón, realizar un pase clave o disparar a portería. La creación de un hombre libre a menudo implica movimientos coordinados y tácticos por parte del equipo para desmarcar a un jugador y crear espacio para él. Los entrenadores tratamos de diseñar estrategias específicas para liberar a un jugador clave y aprovechar su habilidad para influir positivamente en el desarrollo del juego. Hasta aquí, la explicación del concepto.

Sin embargo, a menudo, tengo la impresión de que hoy en día, lejos de convertirse en un medio,  para muchos entrenadores se ha convertido en un fin en sí mismo y se refieren a él como quien habla del Santo Grial. Muchos entrenadores, especialmente noveles, incurren en una búsqueda idolatrada del término sin ponderar su aplicación práctica, quedando al descubierto muchas expectativas teóricas, pero pocos resultados prácticos, puesto que sus equipos son incapaces de pasar de medio campo y eso, se mire por donde se mire, siempre es un problema.

Enfocarse en exceso en la teoría y tratar de conceptualizarlo todo (queda muy bien en un libro, en un programa de televisión y por supuesto, en un hilo de twitter), a menudo resulta tan abstracto que nos aleja de la realidad práctica del juego, limita la creatividad del jugador y restringe notablemente la emoción y la pasión intrínseca al fútbol. La complejidad inherente de este deporte, con múltiples variables interactivas en constante cambio, hace que sea imposible conceptualizar y prever todos los escenarios posibles, de ahí que el equilibrio entre la teoría y la práctica, la conceptualización y la intuición, es esencial para una comprensión completa y rica del juego.

Dicho lo cual, no podemos olvidar que en el fútbol moderno, el verdadero “hombre libre”, viste siempre de diferente color, lleva guantes en las manos y se encuentra solo custodiando la portería contraria. Por lo tanto, es allí hacia donde debemos dirigir nuestra búsqueda…