A menudo utilizo metáforas para ilustrar ideas que faciliten la comprensión de las mismas a mis futbolistas. Una muy recurrente con respecto al juego en general, al plan de partido y al estilo es la del lienzo en blanco.
Imaginemos a un pintor a quien un cliente encarga un cuadro. O mejor aún, imaginemos que nosotros somos nuestros propios clientes y queremos decorar las paredes de nuestra casa. A partir de unos trazos gruesos que yo (entrenador) dibujo sobre la tela blanca (lienzo), el artista (pintor) o mejor dicho, los artistas (futbolistas) tienen que ser capaces de completar un cuadro que sea digno de ser colgado en el salón principal a la vista de todo el mundo. Es decir, nosotros como equipo, hemos de ser capaces de firmar una obra que responda a dichas expectativas.
Los trazos gruesos que yo como entrenador doy a mis futbolistas forman parte del plan inicial. Son una guía a través de la cual tiene que discurrir nuestro juego. Dos, tres, cuatro ideas que el equipo tiene que saber interpretar, completar y desarrollar con sus respectivos pinceles (talento).
Si yo dibujo un círculo ovalado, es muy posible que el jugador, los jugadores, interpreten dicha forma como el boceto de un rostro y vean en él la oportunidad de seguir dándole forma (pincel fino = talento) hasta completarlo a su gusto y a nuestra manera. Siguiendo con este mismo ejemplo, uno podría encargarse de dibujar los ojos, otros le añadirían el pelo, otro se encargaría de la boca, otro artista (jugador) perfilaría los labios y así sucesivamente hasta completar la obra con mayor o menor nivel de detalle.
Naturalmente, podemos quedarnos en el minimalismo que también es un estilo en sí mismo y tiene su propia belleza. De hecho existen infinidad de equipos prácticos cuyo juego sencillo pero al mismo tiempo efectivo desemboca en obras perfectamente conocidas y valoradas por todos/ as. Del mismo modo, todos y todas conocemos también equipos cuyos artistas están más orientados hacia el barroco e igualmente gozan de nuestro reconocimiento y también firman obras de altura. En definitiva, todo depende de los artistas que tengamos y de su habilidad para manejar el pincel. Esta circunstancia y no otra es la que marcará nuestro estilo pictórico.
Sea como fuere y pintemos lo que pintemos, nosotros en tanto que entrenadores hemos de fomentar que nuestros artistas se expresen a partir de unos pocos trazos y entre todos seamos capaces de crear algo que mejore una pared huérfana, que guste, que emocione, que encaje con el resto de la decoración, que inspire y que tenga un valor añadido, económico, sentimental o del tipo que sea, que haga que nos sintamos orgullosos de verlo presidir la pared de nuestro salón principal.
Venga, pues! Pintura, brocha y pincel!
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